El próximo 9 de marzo, Nada que Cambiar (NQC) cumplirá cuatro años. A su vez, en mayo se cumplirán seis años desde que Quinesis vio la luz por primera vez. En mis últimas publicaciones he releído algunas páginas y me sorprendió gratamente ver cuánto ha evolucionado mi escritura.
Hace poco me encontré con un viejo borrador, quizá de hace más de nueve años. En aquel entonces, trabajaba en Quinesis durante mis vacaciones de verano en la universidad, lo que me permitía dar rienda suelta a mi imaginación. Este borrador contaba la historia de Darren, un estudiante de secundaria que, gracias al anillo zafiro, podía controlar el electromagnetismo. Aunque no recuerdo bien los detalles y el borrador no avanzaba demasiado en la historia, sé que me basé en las típicas tramas de superhéroes de aquella época, donde el acoso escolar, el amor adolescente y las responsabilidades estudiantiles formaban parte de los desafíos del protagonista. En su momento, estos temas me parecían fascinantes, pero con el tiempo dejaron de interesarme. Así, el borrador quedó olvidado junto con su personaje, y en su lugar nació Raito Okami y la historia que ya conocen.
Tomarnos un momento para releer nuestros escritos pasados y compararlos con lo que escribimos ahora es un ejercicio valioso. No voy a mentir: en su momento me avergonzaba un poco revisar esas primeras ideas de Quinesis, pero también fue así como me di cuenta de cuánto había crecido como escritor. La moraleja de todo esto es que solo se mejora con la práctica, cometiendo errores y aprendiendo de ellos. Por eso Quinesis ha tenido dos reediciones. Después de escribir NQC, comprendí el potencial que había desperdiciado y reescribí mi primera obra porque sabía que podía hacerla mejor.
Hoy no modificaría nada de lo que ya publiqué; ha pasado mucho tiempo y debo enfocarme en el futuro. Pero sé que más de uno tiene por ahí un escrito que pudo haber sido mejor. Y eso está bien. Lo importante es seguir escribiendo, evolucionando y permitiéndonos crecer.
— J. J.