La primera vez que escribí algo “poético” tenía seis años. Apenas descubría la magia de la palabra escrita. No tenía idea de lo que hacía, pero me gustaba juntar esas letras de cierta forma y que en conjunto dieran armonía.
A los veinte años puse mi primer peldaño en este camino de escritor, y no inicié sabiendo todas las reglas ortográficas ni tampoco todas esas guías que se tienen que seguir para la construcción narrativa. Vamos, ni siquiera sabía escribir en mi teclado el guion largo para usarlo en los diálogos. ¿Eso me hace un mal escritor? Puede que sí, dependiendo de a quién se lo preguntes, pero, por fortuna para todos, el arte es una de las pocas cosas que podemos hacer siendo realmente libres.
Mis historias tienen fallas de todo tipo, cualquier lector quisquilloso sabrá identificarlas, y eso no tiene que afectar su calidad. ¿Por qué? Pues porque escribo para mí, y lo divulgo como una historia que, quizá, podría interesarle a alguien. Si allá afuera hay alguien que disfrute mis letras, ¡excelente! Pero mi objetivo principal es ser feliz mientras escribo. El día que escriba para los demás, ese día moriré como escritor y no habrá poder divino para revivirme.
¿A dónde voy con todo esto? Sé que hay personas que aman la escritura, que tienen mil cuadernos con ideas, y quizá una historia digna de ser leída, pero no tienen el valor de publicarlo por temor a la crítica. No soy quién para dar consejos sobre literatura, pero si algo debo decir es que la mejor creación siempre será aquella que se hizo amando el proceso. Así que la próxima vez que tengas una historia que te hizo suspirar, ¡adelante, publícala! La mejor de las armas es la palabra escrita, no la subestimes, a alguien ha de inspirar.
Si lees esto, y empiezas en esto de la literatura, por favor, enséñale al mundo de lo que eres capaz. Y, cuando hablo del mundo, me refiero a ti mismo. Escribe para desahogarte, escribe para soñar, escribe para hacer reír, pero, sobre todo, escribe para ser feliz, pues en la felicidad es donde nacen las mejores historias.
— J. J.